jueves, 11 de diciembre de 2014

LA SANTÍSIMA VIRGEN DE GUADALUPE, EMPERATRIZ DE LAS AMÉRICAS



El mes de diciembre es particularmente pródigo en Fiestas marianas. El 8 se celebra la solemnidad de la Inmaculada Concepción, y el día 12, es la festividad de Nuestra Señora de Guadalupe en el Tepeyac.  Las apariciones marianas que tuvieron lugar en diciembre de 1531, fueron registradas en el documento redactado en náhuatl  Nican Mopohua (que quiere decir, “aquí se narra”). El texto es de Antonio Valeriano, y su publicación data de 1649. El 31 de julio de 2002, el hoy San Juan Pablo II, canonizaba, a su vez, al indígena vidente, Juan Diego. No quiero entrar en la polémica sobre la existencia  del santo oriundo de Tlayacac en Cuauhtitlán, en realidad hay suficientes pruebas documentales y arqueológicas sobre la historicidad de las apariciones en el cerro del Tepeyac. Pero si esto no fuese lo suficientemente convincente, basta poder constatar la impresionante cantidad de peregrinos que acuden al santuario mariano al noreste de la Ciudad de México, sólo los días 12 de diciembre, se cuentan casi 8 millones. En el no tan lejano verano de 2002, San Juan Pablo II dijo:

“¿Cómo era Juan Diego? ¿Por qué Dios se fijó en él? El libro del Eclesiástico, como hemos escuchado, nos enseña que sólo Dios “es poderoso y sólo los humildes le dan gloria” (3, 20). También las palabras de San Pablo proclamadas en esta celebración iluminan este modo divino de actuar la salvación: “Dios ha elegido a los insignificantes y despreciados del mundo; de manera que nadie pueda presumir delante de Dios” (1 Co 1, 28.29).

Es conmovedor leer los relatos guadalupanos, escritos con delicadeza y empapados de ternura. En ellos la Virgen María, la esclava “que glorifica al Señor” (Lc 1, 46), se manifiesta a Juan Diego como la Madre del verdadero Dios. Ella le regala, como señal, unas rosas preciosas y él, al mostrarlas al Obispo, descubre grabada en su tilma la bendita imagen de Nuestra Señora.

El acontecimiento guadalupano -como ha señalado el Episcopado Mexicano- significó el comienzo de la evangelización con una vitalidad que rebasó toda expectativa. El mensaje de Cristo a través de su Madre tomó los elementos centrales de la cultura indígena, los purificó y les dio el definitivo sentido de salvación” (14.05.2002, n. 8). Así pues, Guadalupe y Juan Diego tienen un hondo sentido eclesial y misionero y son un modelo de evangelización perfectamente inculturada.”[1]

La empresa que significó la evangelización de América, fue un éxito gracias al impulso mariano, y así se ha constatado a través de otras advocaciones como Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza patrona de España y la hispanidad.

La Virgen de Guadalupe ha sido acreedora a importantes elogios y oraciones pontificas.  San Pio X la llamó "Patrona de toda la América Latina", Pio XI de todas las "Américas", Pio XII la proclamó  "Emperatriz de las Américas" y San Juan XXIII "La Misionera Celeste del Nuevo Mundo" y "la Madre de las Américas", además de dedicarle una hermosa oración. Pero, sin duda, ha sido San Juan Pablo II el gran peregrino guadalupano, quien fue al Tepeyac en 1979, 1990, 1999 y 2002. En 1979, dedicó una oración a la Virgen morena que fue, la consagración de su programa pontificio a la protección mariana de un papa que sin importarle la tradicional heráldica pontificia, inscribió en su escudo una M y la jaculatoria Totus tuus. Dado que este blog es tradicionalista y fiel a Roma, esta oración no viene mal en el actual pontificado:

ORACIÓN DE JUAN PABLO II
A LA VIRGEN DE GUADALUPE




¡Oh Virgen Inmaculada
Madre del verdadero Dios y Madre de la Iglesia!
Tú, que desde este lugar manifiestas
tu clemencia y tu compasión
a todos los que solicitan tu amparo;
escucha la oración que con filial confianza te dirigimos,
y preséntala ante tu Hijo Jesús, único Redentor nuestro.

Madre de misericordia, Maestra del sacrificio escondido y silencioso,
a Ti, que sales al encuentro de nosotros, los pecadores,
te consagramos en este día todo nuestro ser y todo nuestro amor.
Te consagramos también nuestra vida, nuestros trabajos,
nuestras alegrías, nuestras enfermedades y nuestros dolores.

Da la paz, la justicia y la prosperidad a nuestros pueblos;
ya que todo lo que tenemos y somos lo ponernos bajo tu cuidado,
Señora y Madre nuestra.

Queremos ser totalmente tuyos y recorrer contigo el camino
de una plena fidelidad a Jesucristo en su Iglesia:
no nos sueltes de tu mano amorosa.

Virgen de Guadalupe, Madre de las Américas,
te pedimos por todos los obispos, para que conduzcan a los fieles por senderos
de intensa vida cristiana, de amor y de humilde servicio a Dios y a las almas.

Contempla esta inmensa mies, e intercede para que el Señor infunda
hambre de santidad en todo el Pueblo de Dios, y otorgue abundantes
vocaciones de sacerdotes y religiosos, fuertes en la fe
y celosos dispensadores de los misterios de Dios.

Concede a nuestros hogares
la gracia de amar y de respetar la vida que comienza.
con el mismo amor con el que concebiste en tu seno
la vida del Hijo de Dios.
Virgen Santa María, Madre del Amor Hermoso, protege a nuestras familias,
para que estén siempre muy unidas, y bendice la educación de nuestros hijos.

Esperanza nuestra, míranos con compasión,
enséñanos a ir continuamente a Jesús y, si caemos, ayúdanos
a levantarnos, a volver a Él, mediante la confesión de nuestras culpas
y pecados en el sacramento de la penitencia,
que trae sosiego al alma.
Te suplicamos que nos concedas un amor muy grande a todos los santos sacramentos
que son como las huellas que tu Hijo nos dejó en la tierra.

Así, Madre Santísima, con la paz de Dios en la conciencia,
con nuestros corazones libres de mal y de odios,
podremos llevar a todos la verdadera alegría y la verdadera paz,
que vienen de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo,
que con Dios Padre y con el Espíritu Santo,
vive v reina por los siglos de los siglos.

Amén.

México, enero de 1979.

IOANNES PAULUS PP.II



[1] CANONIZACIÓN DE JUAN DIEGO CUAUHTLATOATZIN HOMILÍA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II, Ciudad de México, Miércoles 31 de julio de 2002

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