sábado, 6 de diciembre de 2014

EL SÍNODO EXTRAORDINARIO DE LAS FAMILIAS: O NEGOCIAR LOS PRINCIPIOS NO NEGOCIABLES



El pasado sínodo extraordinario sobre la familia, fue una prueba fehaciente de que en la Iglesia, la colegialidad no debe confundirse ni con una especie de parlamentarismo ni con una supuesta primavera del progresismo.  Si no hubiera sido por prelados con valor como Muller, Burke, Caffarra, Brandmuller, De Paolis, Scola, Gadecki, Robles y Pell, aquello hubiera terminado en un desastre. Y es que, como bien lo ha advertido el padre José María Iraburu: “El mero hecho de que se discuta lo indiscutible será tomado por el mundo como una señal de que, para la Iglesia, la fe católica ya no es indiscutible, al menos en algunas cuestiones.”[1]

Pero para muchos progresistas como para la gran mayoría de los medios, la relatio final del sínodo, terminó por ser una imposición de los conservadores contra Francisco y su principal pieza, el Cardenal Kasper. Para los neocones, en realidad no pasó nada, porque la doctrina no cambia, como por arte de magia. Pero para cualquier católico bien informado, y mejor formado, había motivos de sobra para preocuparse. Basta recordar lo que afirmó Francisco en la entrevista con el jesuita  Antonio Spadaro:

“No podemos seguir insistiendo sólo en cuestiones referentes al aborto, al matrimonio homosexual o al uso de anticonceptivos. Es imposible. Yo no he hablado mucho de estas cuestiones y he recibido reproches por ello. Pero si se habla de estas cosas hay que hacerlo en un contexto. Por lo demás, ya conocemos la opinión de la Iglesia y yo soy hijo de la Iglesia, pero no es necesario estar hablando de estas cosas sin cesar
Las enseñanzas de la Iglesia, sean dogmáticas o morales, no son todas equivalentes. Una pastoral misionera no se obsesiona por transmitir de modo desestructurado un conjunto de doctrinas para imponerlas insistentemente. El anuncio misionero se concentra en lo esencial, en lo necesario, que, por otra parte es lo que más apasiona y atrae, es lo que hace arder el corazón, como a los discípulos de Emaús». «Tenemos, por tanto, que encontrar un nuevo equilibrio, porque de otra manera el edificio moral de la Iglesia corre peligro de caer como un castillo de naipes, de perder la frescura y el perfume del Evangelio. La propuesta evangélica debe ser más sencilla, más profunda e irradiante. Sólo de esta propuesta surgen luego las consecuencias morales”. [2]

No es ninguna obsesión defender la doctrina moral cristiana, así como tampoco se trata de un castillo de naipes (¿de dónde se sacó tal “analogía” el papa Bergoglio?), incluso, como lo recuerda Iraburu, hay temas que son indiscutibles. Benedicto XVI, hoy tristemente papa emérito, dejó muy claro que hay principios que simplemente no son negociables:

“Por lo que atañe a la Iglesia católica, lo que pretende principalmente con sus intervenciones en el ámbito público es la defensa y promoción de la dignidad de la persona; por eso, presta conscientemente una atención particular a principios que no son negociables. Entre estos, hoy pueden destacarse los siguientes:
— protección de la vida en todas sus etapas, desde el momento de la concepción hasta la muerte natural;
— reconocimiento y promoción de la estructura natural de la familia, como unión entre un hombre y una mujer basada en el matrimonio, y su defensa contra los intentos de equipararla jurídicamente a formas radicalmente diferentes de unión que, en realidad, la dañan y contribuyen a su desestabilización, oscureciendo su carácter particular y su irreemplazable papel social;
— protección del derecho de los padres a educar a sus hijos.
Estos principios no son verdades de fe, aunque reciban de la fe una nueva luz y confirmación. Están inscritos en la misma naturaleza humana y, por tanto, son comunes a toda la humanidad. La acción de la Iglesia en su promoción no es, pues, de carácter confesional, sino que se dirige a todas las personas, prescindiendo de su afiliación religiosa. Al contrario, esta acción es tanto más necesaria cuanto más se niegan o tergiversan estos principios, porque eso constituye una ofensa contra la verdad de la persona humana, una grave herida causada a la justicia misma.”[3]

Hic et nunc: V. Oremus pro Pontifice nostro Franciscus
R. Dominus conservet eum, et vivificet eum, et beatum faciat eum in terra, et non tradat eum in animam inimicorum eius. [Ps 40:3]



[1] IRABURU, José María, Sínodo-2014. La Relatio primera, en http://infocatolica.com/blog/reforma.php/1410141056-286-2-la-relatio-posterior-al-1#more26754
[2] L'Osservatore Romano, edición semanal en lengua española, Año XLV, n. 39 (2.333), viernes 27 de septiembre de 2013
[3] DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI A LOS PARTICIPANTES EN UNAS JORNADAS DE ESTUDIO SOBRE EUROPA ORGANIZADAS POR EL PARTIDO POPULAR EUROPEO, Jueves 30 de marzo de 2006

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