lunes, 8 de diciembre de 2014

450 AÑOS DE LA SOLEMNE PROMULGACIÓN DE LA PROFESSIO FIDEI TRIDENTINA



Son ya 450 años de la solemne promulgación de la Professio fidei Tridentina, hecha por el papa Pío IV, cuyo reinado transcurrió entre 1559 y 1565. Fue, precisamente, un 13 de noviembre de 1564, cuando en obediencia a lo decretado por el Concilio de Trento, el Papa Medici (no emparentado con los Medici de Florencia) publicó la bula Iniunctum nobis.  Era una profesión de fe, que las interpretaciones posteriores al Concilio Vaticano II, han juzgado como “anti protestante”. Sin embargo, es, en esencia, una reafirmación del conjunto de creencias de un católico. Su texto fue fortalecido en 1861 con el Concilio Vaticano I, y llegó a ser insertada en el extraordinario Codex Iuris Canonici que promulgase Benedicto XV en 1917. Junto a la Professio fidei Tridentina se agregaba el Juramento antimodernista que dictó San Pío X. Pero tras el Concilio Vaticano II, la Professio fidei Tridentina y el Juramento antimodernista, fueron retirados del Codex del 17, y ya con el Código de 1983, hubo que esperar hasta 1989, cuando la  Congregatio pro Doctrina Fidei, publicó la Professio Fidei et Iusiurandum fidelitatis in suscipiendo officio nomine Ecclesiae exercendo.  A su vez, en 1998, San Juan Pablo II promulgó la Carta Apostólica dada en forma de 'Motu Proprio' «Ad Tuendam Fidem». La Professio fidei Tridentina, como ya se ha dicho, afirmaba los contenidos doctrinales, mientras que el Juramento antimodernista comprometía a todo católico a respetar y difundir de manera íntegra el Depositum fidei.  Pero los textos posconciliares, carecieron de la misma fuerza de los anteriores, a fin de cuentas, eran producto del impulso ecuménico que había inspirado a los documentos finales del Concilio convocado por San Juan XXIII y clausurado por el Beato Paulo VI.  Un impulso que a la fecha es causa de cierta perplejidad, pues el propio San Juan XXIII dijo, en la inauguración del Concilio Vaticano II, lo siguiente:

“Es decir, el Concilio Ecuménico XXI —que se beneficiará de la eficaz e importante suma de experiencias jurídicas, litúrgicas, apostólicas y administrativas— quiere transmitir pura e íntegra, sin atenuaciones ni deformaciones, la doctrina que durante veinte siglos, a pesar de dificultades y de luchas, se ha convertido en patrimonio común de los hombres; patrimonio que, si no ha sido recibido de buen grado por todos, constituye una riqueza abierta a todos los hombres de buena voluntad.”[1]

No obstante, es importante tener presente  que no hay derogación expresa de la Professio fidei Tridentina, por lo que todo fiel, tiene el derecho de retomarla y recitarla.

En el presente contexto, resultan muy oportunas las oraciones que el propio San Juan XXIII, ofreció para el Concilio Ecuménico por él convocado:

Omnipotens Deus, in Te, nostris diffisi viribus, fiduciam totam reponimus. Super hos Ecclesiae tuae Pastores benignus respice. Supernae tuae gratiae lumen Nobis adsit consilium capientibus, adsit leges ferentibus; et quas una Fide, uno ore, uno animo ad Te preces fundimus, libenter exaudi.

O Maria, Auxilium Christianorum, Auxilium Episcoporum, cuius amorem nuper in Lauretano templo tuo, ubi Incarnationis mysterium venerari placuit, peculiari modo experti sumus, omnia ad laetum, faustum, prosperum exitum tua ope dispone; tuque una cum Sancto Ioseph Sponso tuo, cum Sanctis Petro et Paulo Apostolis, Sanctis Ioanne Baptista et Evangelista, apud Deum intercede pro nobis.

Iesu Christo, Redemptori nostro amantissimo, Regi immortali populorum et temporum, amor, potestas et gloria in saecula saeculorum. Amen.



[1] SOLEMNE APERTURA DEL CONCILIO VATICANO II. DISCURSO DE SU SANTIDAD JUAN XXIII, Jueves 11 de octubre de 1962

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